domingo, octubre 30, 2016

El discreto encanto de la chusma



Los venezolanos lo están viviendo ahora, los filipinos comenzando. Bucarán en Ecuador e Hipólito en República Dominicana son historia del populismo.  Pero mi propósito no es establecer quien, si no como, estos populistas llegan al poder.

El fenómeno Trump es una buena fuente de información para su análisis; primero los datos[1]. Los seguidores de Trump son mayoritariamente:

  • Hombres; 19% más que mujeres
  • Blancos, solo 3% entre negros
  • Pobres y baja clase media (50% ganan menos de $50,000 por año)
  • Sin educación superior (77% entre educación secundaria o menor)
  • Se sienten sin participación en el proceso democrático.  El 86.5% de los que se sienten así prefieren a Trump.

Hombres blancos, de bajos ingresos, sin educación superior y que se sienten sin importancia para el proceso democrático. O sea, chusma. Ese es exactamente el perfil de los que votaron a favor del Brexit.

La Real Academia Española define chusma como “Conjunto o multitud de gente grosera o vulgar”. Su etimología es aún más interesante: Del genovés ant. ciüsma, y este del gr. κέλευσμα kéleusma “canto acompasado del remero jefe para dirigir el movimiento de los remos”.

La política en los países desarrollados ha sido vocación de elites intelectuales.  No significa filósofos o paleontólogos, significa gente de agudeza intelectual, con un vocabulario encima del promedio, ausente de vulgaridades y con ideas que representan aspiraciones superiores. Es difícil imaginarse a John Kennedy o a Richard Nixon diciendo a su oponente en un debate “mujer asquerosa” (nasty woman). Sin embargo, esto es una línea de campaña que cala favorablemente en el público de Trump.  De hecho, hay pocos recuentos de uso de vulgaridad en el lenguaje público de políticos americanos.  Trump las suelta todos los días y eso tiene ventajas; la chusma lo ve cercano a ellos.

La chusma ha encontrado su voz en Trump, Farrage en Inglaterra, Duterte en Filipinas y Chávez en Venezuela.  La fórmula es: mentiras grandiosas, ofertas exageradas, mano dura, identificar un enemigo y culparlo de todos los males bajo el sol.

O sea, convertirse en el remero jefe y cantar el compás simple que deben seguir sus partidarios.

Hay una frase famosa de Churchill: “El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante promedio.”  Esta cita es justa para Estados Unidos, Inglaterra, República Dominicana y otros países que han abandonado los menos favorecidos en favor de élites económicas.  No se aplica en Noruega, Finlandia, Suecia, Japón o Dinamarca, donde el estado ha priorizado la educación de su población.

El cisma social que asoma tiene perfiles apocalípticos. Si Trump gana, el sistema de chequeos y balances se encargará de hacer su presidencia un escándalo diario que acabará en enfrentamientos abiertos entre la chusma y los poderes del estado.  Si Hillary gana, ya los republicanos han prometido investigaciones en su conducta que llevará a la chusma a desafiar el poder ejecutivo.

La respuesta no es la represión, como en Venezuela o Filipinas, es la educación de la población que permita rescatarlos de su pobreza material e intelectual.

Federico A. Martínez, 30 de octubre, 2016.


[1] 2016 RAND Presidential Election Panel Survey (PEPS), RAND Corporation, 27 de enero, 2016

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