jueves, julio 13, 2017

Empresariado y Marcha Verde

La Marcha Verde es una causa de entusiasmo y preocupación para la clase empresarial del país.  Por una parte, muchos empresarios, sobre todo pequeños y medianos, son impactados negativamente por el costo de la corrupción. Colocar un letrero sin permiso del Ayuntamiento ahorra unos pesos de corto plazo, pero obliga a pagar cada inspector que pase y no evita que un día lo quiten y le pongan una multa.  Por otra parte, para los empresarios grandes la incertidumbre de quien maneja y adonde quiere llegar la Marcha Verde hace imaginar el peor escenario, caos o un gobierno populista tipo Chávez.
La MV es un grupo amorfo.  Contrario a todos los movimientos con intenciones partidarias, si hay alguien que espera llegar al poder a través de ella, su impacto es poco menos que nulo.  Ningún manifiesto de la MV ha sido leído por alguien a quien se le pueda sindicar como aspirante a algo.  Su más eficaz red de comunicación son Twitter, WhatsApp y Facebook.  No hay programa de radio o periódico promoviéndolo.
Esto no solo es preocupante, es escandaloso para los grupos políticos y empresariales que están habituados a trazar la temática de conversación pública.
No tengo formación para analizar la génesis o el devenir de la MV.  Sin embargo, puesto a opinar, los dominicanos podemos hablar de la nefelicoccigia de Aristófanes o de balística sin empacho.  Aquí voy:
La MV ha tomado cuerpo porque representa una necesidad de la población.  La corrupción se manifiesta en la yipetocracia que asiste a los colmadones de los barrios y en las botellas de Vega Sicilia Único en Don Pepe.  La ven y sufren los que van presos por unas chinolas, los sobornados para que entreguen $350 mil pesos a una Sala Capitular por un permiso de construcción o los que pagan “comunicadores” mensualmente para que no les ataquen por un medio de comunicación.
A los que escuchamos a Balaguer decir que “el 10% es normal” se nos hace fácil pensar que pueda seguir siendo así; a mis hijos, que no lo escucharon, les parece cínico decirlo.  El escándalo Odebrecht es sólo la gota que derramó el vaso.  Ya estaba lleno con las fortunas inexplicables, los “Pepecard”, Sunland, los expedientes archivados y los no ha lugar.  Que los líderes políticos añejos y sus partidos-empresa no lo hayan visto es el efecto del “A todo se acostumbra uno”.
La credibilidad de las empresas políticas y sus maquinarias electorales es muy poca.  Según Latinobarómetro cuando se pregunta "¿Cómo evalúa Ud. el trabajo que están haciendo los partidos políticos?" aproximadamente el 60% de los dominicanos contesta “Mal o “muy Mal”.
Por otro lado, a la pregunta "En una escala de 1 a 10… ¿cuán dispuesto estaría usted de salir a marchar y protestar para defender derechos democráticos" el 65% afirma que “Dispuesto o Muy Dispuesto”.
Entiendo la actitud de parte del empresariado. Citando a Belén Blázquez Vilaplana[1] “en momentos de crisis y descontento de la sociedad civil, puede surgir la figura de un líder político democrático con soluciones que permitan al país salir del oscuro hoyo en el que se encuentra, pero, también, y es aquí donde acecha el peligro, es el mejor germen de incubación de los salva-patrias, que lo único que en última instancia salvan, es su propio patrimonio... y el que acumulan durante sus mandatos.”
Si el empresariado no ve que la mayoría de los dominicanos está dispuesta a marchar contra la impunidad, y que los partidos políticos del sistema no son el canal de desagüe de la frustración popular, no están leyendo las señales.  Nadar contra corriente no luce ser inteligente; apoyar y participar, aportar experiencia y buena fe es más productivo y permite desde dentro luchar contra el fantasma del próximo salva-patria.
Federico A. Martinez




[1] Liderazgo político y gobernabilidad: cuestiones abiertas, futuro incierto, VII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa, Portugal, 8-11 Oct. 2002