Los venezolanos lo están viviendo ahora, los filipinos comenzando.
Bucarán en Ecuador e Hipólito en República Dominicana son historia del
populismo. Pero mi propósito no es
establecer quien, si no como, estos populistas llegan al poder.
El fenómeno Trump es una buena fuente de información para su
análisis; primero los datos[1].
Los seguidores de Trump son mayoritariamente:
- Hombres; 19% más que mujeres
- Blancos, solo 3% entre negros
- Pobres y baja clase media (50% ganan menos de $50,000 por año)
- Sin educación superior (77% entre educación secundaria o menor)
- Se sienten sin participación en el proceso democrático. El 86.5% de los que se sienten así prefieren a Trump.
Hombres blancos, de bajos ingresos, sin educación superior y
que se sienten sin importancia para el proceso democrático. O sea, chusma. Ese
es exactamente el perfil de los que votaron a favor del Brexit.
La Real Academia Española define chusma como “Conjunto o
multitud de gente grosera o vulgar”. Su etimología es aún más interesante: Del
genovés ant. ciüsma, y este del gr. κέλευσμα kéleusma “canto acompasado del
remero jefe para dirigir el movimiento de los remos”.
La política en los países desarrollados ha sido vocación de
elites intelectuales. No significa filósofos
o paleontólogos, significa gente de agudeza intelectual, con un vocabulario encima
del promedio, ausente de vulgaridades y con ideas que representan aspiraciones
superiores. Es difícil imaginarse a John Kennedy o a Richard Nixon diciendo a
su oponente en un debate “mujer asquerosa” (nasty woman). Sin embargo, esto es una
línea de campaña que cala favorablemente en el público de Trump. De hecho, hay pocos recuentos de uso de
vulgaridad en el lenguaje público de políticos americanos. Trump las suelta todos los días y eso tiene ventajas;
la chusma lo ve cercano a ellos.
La chusma ha encontrado su voz en Trump, Farrage en
Inglaterra, Duterte en Filipinas y Chávez en Venezuela. La fórmula es: mentiras grandiosas, ofertas
exageradas, mano dura, identificar un enemigo y culparlo de todos los males bajo
el sol.
O sea, convertirse en el remero jefe y cantar el compás simple
que deben seguir sus partidarios.
Hay una frase famosa de Churchill: “El mejor argumento
contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante
promedio.” Esta cita es justa para
Estados Unidos, Inglaterra, República Dominicana y otros países que han
abandonado los menos favorecidos en favor de élites económicas. No se aplica en Noruega, Finlandia, Suecia,
Japón o Dinamarca, donde el estado ha priorizado la educación de su población.
El cisma social que asoma tiene perfiles apocalípticos. Si
Trump gana, el sistema de chequeos y balances se encargará de hacer su
presidencia un escándalo diario que acabará en enfrentamientos abiertos entre
la chusma y los poderes del estado. Si
Hillary gana, ya los republicanos han prometido investigaciones en su conducta
que llevará a la chusma a desafiar el poder ejecutivo.
La respuesta no es la represión, como en Venezuela o
Filipinas, es la educación de la población que permita rescatarlos de su
pobreza material e intelectual.
Federico A. Martínez, 30 de octubre, 2016.