Estimados amigos y allegados:
Todos los que me conocen saben el tipo de persona que soy. Defiendo con vehemencia las causas que me parecen justas, aunque puedan ser causas perdidas o aunque pueda yo estar equivocado.
Habiéndose producido anoche una victoria para NUESTRO PAIS, en la serie del Caribe, pienso que debo externar y compartir extensivamente algunas reflexiones.
Siendo capitaleño de pura sepa, soy una persona que aprecia las características culturales y/o regionales de nuestro pueblo. El sancocho y la “i” de mis hermanos cibaeños, la hermosura de sus mujeres (me casé con una), la “rr” arrastrada de los sureños al hablar, la belleza de sus paisajes (Bahía de las Águilas, los atardeceres en Palenque, las Dunas de Baní, etc). Y del Este ni hablar… Las playas de Punta Cana, Bávaro, los pasteles en hoja en San Pedro de Macorís (frente al parque) y mil cosas mas que pudiera enumerar. Sin embargo, pienso que los dominicanos hemos olvidado los VALORES QUE UNA VEZ NOS HICIERON GRANDES.
Hemos olvidado las grandes victorias obtenidas en pro de nuestra libertad y emancipación. Desde la derrota de las tropas de Leclerc (en los últimos años del siglo XVIII y en los iniciales del siglo XIX), hasta la heroica detención de las tropas haitianas con “ejércitos” improvisados (y prácticamente desarmados), pasando por la gesta patriótica de la restauración hasta la lucha constitucionalista y contra la intervención norteamericana de 1965. Todo ello nos hizo merecer el seudónimo de “David del Caribe” (como fuéramos llamados por Fidel Castro). Pero al parecer los dominicanos nos hemos ENVILECIDO TANTO que hemos olvidado todo eso (o simplemente no nos importa).
En el pasado reciente, cuando fuimos incluidos en aquel listado de “estados fallidos”, yo exponía que más que eso éramos una SOCIEDAD FALLIDA. ¿Por qué sostenía yo eso? Pues un pueblo que OLVIDA sus valores primordiales y no es capaz de hacer causa común en sus vicisitudes y de asumir posiciones NACIONALES frente a los extranjeros, es un pueblo FRACASADO.
Lamentablemente nuestra sociedad, en los últimos años, se ha politizado a un nivel tal que se expresa casi en todas las manifestaciones de la vida cotidiana. Y este proceso de politización ha generado a la vez un sentimiento de IRRACIONALIDAD y RADICALISMO manifestado hasta en trivialidades como la pelota (béisbol). Y en este orden de ideas quiero referirme a lo acontecido en el estadio Cibao durante el juego entre el equipo del Licey y el equipo de México.
Observé ese juego por TV y más que sentirme mal, porque mi equipo perdía, me sentí AVERGONZADO de ver como mis hermanos del Cibao vitoreaban al equipo extranjero y hasta insultaban a un equipo nacional que les representaba, aunque ellos así NO lo entendieran. En ese momento le comentaba a mi esposa (cibaeña), ¿pero hasta dónde llega la irracionalidad de la gente en este país? ¿Es que nos hemos olvidado de que somos dominicanos? Francamente pienso que el fanatismo NO debería llegar a tales extremos. Aquel espectáculo fue BOCHORNOSO. Y más que eso… fue profundamente IGNOMINIOSO y ANTI-PATRIOTICO.
Quiero que sepan todos mis lectores, que si HOY me hacen la pregunta de: ¿Cuál es la mejor formación beisbolera del país? Sin dudas algunas respondería que las Águilas cibaeñas. A mi eso NO me duele ni me pesa reconocerlo. Este equipo tiene, hombre a hombre, a los mejores jugadores. Es un equipo poderoso en su conformación, su liderazgo y su financiación. Es el equipo representativo de la región más rica y próspera de nuestra nación. Y que bueno que así lo sea.
Quiero que sepan también, que soy del Licey y NO por asuntos de regionalismos. Soy del Licey porque aprecio su mística. Porque aprecio su arrojo y su valor. Porque es un equipo que NUNCA se entrega. Porque da lo mejor que tiene. Porque NO se hecha al suelo a recalcar sus errores sino que trata de enmendarlos en un próximo encuentro.
Soy del Licey porque al ganar es un equipo que NO INSULTA NI AVASALLA a su contendiente. Más bien reconoce el esfuerzo éste.
Soy del Licey porque al ganar NO SE UFANA DE SER EL MEJOR EQUIPO.
Soy del Licey porque al perder, acepta su derrota con humildad y apoya al equipo que representará al país en las contiendas internacionales.
Soy del Licey porque el uniforme azul es una armadura que enviste al que la porta de su mística y su humildad. Ese uniforme convierte en héroes a jóvenes sin nombre que tienen su primera oportunidad en la pelota profesional en nuestro equipo. Siendo el equipo que más oportunidad ofrece a novatos
Soy del Licey porque su gloria no radica en sus triunfos y sus coronas. Su gloria proviene de su trayectoria de 100 años.
Seré siempre del Licey porque algunos jugadores de las Águilas nos insultaron y nos enrostraron que “carecíamos de gloria”. Porque nos llamaron equipito. Y porque, sin el menor reparo, trataron de hacer leña del árbol caído y hoy les toca recoger sus palabras.
Soy del Licey porque NUNCA se rendirá ni se anquilosará ante las adversidades y los agravios de sus adversarios.
Soy del Licey porque, como equipo, representa los valores que nos hicieron grandes como pueblo. Porque con su ejemplo enarbolan los principios de nuestros patricios.
Soy del Licey porque representa los valores más auténticos de nuestra dominicanidad.
En eso consiste esta reflexión. Ruego a mis compañeros Liceistas dar un abrazo a nuestros hermanos aguiluchos del Cibao. Un abrazo de amigos y hermanos. Un abrazo de dominicanos. Y quisiera pensar que nunca más veremos episodios tan mezquinos como el vitoreo a un equipo extranjero por simple rivalidad regional o por puro fanatismo. Porque al final SOMOS TODOS LOS DOMINICANOS LOS QUE PERDEMOS.
Hoy me siento feliz. Y me siento más feliz porque la República Dominica fue la que ganó vestida con el uniforme de NUESTRO GLORIOSO LICEY.
Un abrazo de fraternidad amigos y hermanos.
Allan J. Rodríguez Martínez.