Scrolleas, ves sangre. Otro scroll, un accidente. Un click más y... ¡sorpresa! Nada era como decía el titular. Bienvenido al circo digital del siglo XXI, donde el morbo es el plato principal y el clickbait, el postre que no puedes evitar.
Las redes sociales se han convertido en un buffet libre de tragedias ajenas. ¿El problema? Cada vez necesitamos dosis más fuertes para sentir algo. Ayer, un gatito atrapado en un árbol. Hoy, desastres naturales en vivo. ¿Mañana? Quien sabe, pero seguro que el algoritmo te lo servirá en bandeja.
La morbosidad es el atractivo propio de lo turbio, prohibido o escabroso, según el Diccionario de Real Academia de la Lengua Española. La escena salvaje de un desquiciado que asesina un niño de 22 puñaladas sin duda estimula el morbo. No así dos borrachos pedestres que se entran a botellazos en un colmadón.
La verdad es que la Campana de Gauss dice que el 95% de nosotros tenemos mas de 5 pies de altura y menos de siete. Lo siento, si eres normal no eres noticia.
Esta dieta de horror y escándalo no solo pudre nuestros cerebros, sino que nos está convirtiendo en zombis emocionales. Ya no distinguimos entre una noticia real y un montaje miserable hecho para robarnos un click.
Los creadores de contenido juegan al "quién la tiene más grande" con sus titulares, mientras las plataformas se frotan las manos contando los billetes que generan nuestros clics compulsivos.
¿La solución? Podrías tirar tu smartphone por la ventana, pero seamos realistas. Quizás sea hora de que uses ese cerebro que tienes para algo más que deslizar el dedo. Cuestiona, investiga, desconfía. Y por el amor de todo lo sagrado, deja de darle like a videos de gente comiendo tide pods.
Las redes sociales son un reflejo de lo que consumimos. ¿De verdad quieres seguir alimentando esa babosería?