La Marcha Verde es
una causa de entusiasmo y preocupación para la clase empresarial del país. Por una parte, muchos empresarios, sobre todo
pequeños y medianos, son impactados negativamente por el costo de la corrupción.
Colocar un letrero sin permiso del Ayuntamiento ahorra unos pesos de corto
plazo, pero obliga a pagar cada inspector que pase y no evita que un día lo
quiten y le pongan una multa. Por otra
parte, para los empresarios grandes la incertidumbre de quien maneja y adonde
quiere llegar la Marcha Verde hace imaginar el peor escenario, caos o un
gobierno populista tipo Chávez.
La MV es un grupo
amorfo. Contrario a todos los movimientos
con intenciones partidarias, si hay alguien que espera llegar al poder a través
de ella, su impacto es poco menos que nulo.
Ningún manifiesto de la MV ha sido leído por alguien a quien se le pueda
sindicar como aspirante a algo. Su más
eficaz red de comunicación son Twitter, WhatsApp y Facebook. No hay programa de radio o periódico promoviéndolo.
Esto no solo es preocupante,
es escandaloso para los grupos políticos y empresariales que están habituados a
trazar la temática de conversación pública.
No tengo formación
para analizar la génesis o el devenir de la MV.
Sin embargo, puesto a opinar, los dominicanos podemos hablar de la nefelicoccigia
de Aristófanes o de balística sin empacho.
Aquí voy:
La MV ha tomado
cuerpo porque representa una necesidad de la población. La corrupción se manifiesta en la
yipetocracia que asiste a los colmadones de los barrios y en las botellas de
Vega Sicilia Único en Don Pepe. La ven y
sufren los que van presos por unas chinolas, los sobornados para que entreguen
$350 mil pesos a una Sala Capitular por un permiso de construcción o los que pagan
“comunicadores” mensualmente para que no les ataquen por un medio de comunicación.
A los que
escuchamos a Balaguer decir que “el 10% es normal” se nos hace fácil pensar que
pueda seguir siendo así; a mis hijos, que no lo escucharon, les parece cínico
decirlo. El escándalo Odebrecht es sólo
la gota que derramó el vaso. Ya estaba
lleno con las fortunas inexplicables, los “Pepecard”, Sunland, los expedientes
archivados y los no ha lugar. Que los líderes
políticos añejos y sus partidos-empresa no lo hayan visto es el efecto del “A todo
se acostumbra uno”.
La credibilidad
de las empresas políticas y sus maquinarias electorales es muy poca. Según Latinobarómetro cuando se pregunta "¿Cómo
evalúa Ud. el trabajo que están haciendo los partidos políticos?" aproximadamente
el 60% de los dominicanos contesta “Mal o “muy Mal”.
Por otro lado, a
la pregunta "En una escala de 1 a 10… ¿cuán dispuesto estaría usted de
salir a marchar y protestar para defender derechos democráticos" el 65%
afirma que “Dispuesto o Muy Dispuesto”.
Entiendo la
actitud de parte del empresariado. Citando a Belén Blázquez Vilaplana[1]
“en momentos de crisis y descontento de la sociedad civil, puede surgir la
figura de un líder político democrático con soluciones que permitan al país salir
del oscuro hoyo en el que se encuentra, pero, también, y es aquí donde acecha
el peligro, es el mejor germen de incubación de los salva-patrias, que lo único
que en última instancia salvan, es su propio patrimonio... y el que acumulan
durante sus mandatos.”
Si el empresariado
no ve que la mayoría de los dominicanos está dispuesta a marchar contra la
impunidad, y que los partidos políticos del sistema no son el canal de desagüe
de la frustración popular, no están leyendo las señales. Nadar contra corriente no luce ser inteligente;
apoyar y participar, aportar experiencia y buena fe es más productivo y permite
desde dentro luchar contra el fantasma del próximo salva-patria.
Federico A.
Martinez
[1] Liderazgo político y
gobernabilidad: cuestiones abiertas, futuro incierto, VII Congreso Internacional
del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lisboa,
Portugal, 8-11 Oct. 2002